Para decidir mi voto del domingo, yo me tomé el trabajo de leer las 297 páginas del acuerdo. Lo fui leyendo en la medida en que iban saliendo los textos parciales, y por eso, cuando salió el texto final, era poco lo que me faltaba. Estoy de acuerdo con muchos en que es un documento pesado, aburrido de leer, con mucha palabrería inútil, y con ese lenguaje supuestamente incluyente que lo hace más difícil de digerir. Pero lo estudié con un criterio: si yo estuviera en los zapat...os de un negociador del gobierno colombiano, ¿cuáles punto rechazaría definitivamente por violentar mis principios? Y tengo que ser claro, no encontré ninguno.
Hubo algunos otros puntos con los que yo no estaba de acuerdo. Sin embargo, me preguntaba: ¿lo rechazaría completamente, sabiendo que la paz de Colombia estaba en juego? Tampoco encontré ninguno que me pusiera en ese dilema.
Tampoco me opondría a los párrafos pesados, al lenguaje falsamente incluyente, etc, sabiendo que para mi contraparte en la negociación eso era muy importante. No podía caer en aquella situación de la que hablaba el poeta Guillermo Valencia “sacrificar un mundo para pulir un verso”.
Por las razones anteriores, yo voté por el sí. Y lo hice realmente esperanzado.
¿Qué sigue? Yo realmente creí que el presidente presentaría su renuncia, como lo hizo De Gaulle en 1969 cuando perdió un plebiscito sobre una reforma constitucional en Francia. Germán Vargas Lleras, cuyo apoyo al Si fue absolutamente tibio, tendría la autoridad para, con un nuevo equipo negociador, compuesto únicamente por delegados de las fuerzas políticas que impulsaron el no, lograr ese mejor acuerdo que nos prometieron.
Bueno, Santos no renunció (al menos no todavía). Creo sinceramente que lo hizo pensando en la estabilidad del país. Pero de todas maneras, la responsabilidad de reencauzar las negociaciones le corresponde a los promotores del NO. El nuevo equipo negociador debe ser nombrado por Uribe, Pastrana, Ordóñez, etc. Tiene el inmenso reto de sacar un nuevo acuerdo, y de sacarlo rápido.
Ahora bien, si actúan, como dice el refrán, sin rajar ni prestar el hacha, es decir sin gobernar ni dejar gobernar, nos habrán demostrado que lo único que les interesa es estar bien posicionados para el 2018, y montarse sobre la crisis política y económica que toda esta incertidumbre habrá ocasionado para ganar el poder en ese año. Recordemos que la diferencia entre un estadista y un político es que al primero le interesa la próxima generación y al segundo la próxima elección. Ojalá los del No nos demuestren que son estadistas
Tampoco me opondría a los párrafos pesados, al lenguaje falsamente incluyente, etc, sabiendo que para mi contraparte en la negociación eso era muy importante. No podía caer en aquella situación de la que hablaba el poeta Guillermo Valencia “sacrificar un mundo para pulir un verso”.
Por las razones anteriores, yo voté por el sí. Y lo hice realmente esperanzado.
¿Qué sigue? Yo realmente creí que el presidente presentaría su renuncia, como lo hizo De Gaulle en 1969 cuando perdió un plebiscito sobre una reforma constitucional en Francia. Germán Vargas Lleras, cuyo apoyo al Si fue absolutamente tibio, tendría la autoridad para, con un nuevo equipo negociador, compuesto únicamente por delegados de las fuerzas políticas que impulsaron el no, lograr ese mejor acuerdo que nos prometieron.
Bueno, Santos no renunció (al menos no todavía). Creo sinceramente que lo hizo pensando en la estabilidad del país. Pero de todas maneras, la responsabilidad de reencauzar las negociaciones le corresponde a los promotores del NO. El nuevo equipo negociador debe ser nombrado por Uribe, Pastrana, Ordóñez, etc. Tiene el inmenso reto de sacar un nuevo acuerdo, y de sacarlo rápido.
Ahora bien, si actúan, como dice el refrán, sin rajar ni prestar el hacha, es decir sin gobernar ni dejar gobernar, nos habrán demostrado que lo único que les interesa es estar bien posicionados para el 2018, y montarse sobre la crisis política y económica que toda esta incertidumbre habrá ocasionado para ganar el poder en ese año. Recordemos que la diferencia entre un estadista y un político es que al primero le interesa la próxima generación y al segundo la próxima elección. Ojalá los del No nos demuestren que son estadistas
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